Las venturas y desventuras del condestable de Juan II de Castilla, don Álvaro de Luna, protagonizan la poesía narrativa del siglo XIX, desde Don Álvaro de Luna (1834) de Ángel Saavedra, duque de Rivas, hasta La tumba del condestable (1888) de Blanca de los Ríos. Un total de ocho composiciones extensas y seis breves se inscriben en una corriente de recuperación del romance histórico, que se inicia en el Romanticismo y se prolonga hasta finales de
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